Trança, de Thiago Granato, es la segunda de una serie de coreoversaciones: conversaciones coreográficas imaginarias con coreógrafos del pasado, presente y futuro. El artista pone su cuerpo a disposición de otros, el yo creador debe imaginarse a sí mismo bajo los ojos de otra persona. En Trança, las manos se vuelven el centro de toda la acción. Las manos exploran la propia anatomía, movilizan el resto de partes de su cuerpo — que de otro modo permanecerían dormidas—, son el origen y el motor de todo el movimiento. Las manos se acercan al público y reconocen su presencia, absorben la propia alma del artista y la moldean entre ellas. Esta idea de las manos como motor universal se trabaja hasta el límite, explorando todas sus posibilidades. Contrasta con ellas la absoluta inmovilidad del resto del cuerpo y la inexpresividad del rostro; en conjunto da la impresión de que el artista está en efecto en una especie de trance; la música suena rítmica y a todo volumen; potentes juegos de luces; un ente externo ha tomado posesión de sus manos y él presta su cuerpo al ritual, se pone al servicio de la danza. Hablar sin palabras con seres de otro tiempo.
El
Explorar nuevas formas de comunicación. Ya se parta de la imaginación, ya de la palabra pura, la búsqueda de la esencia pide una implicación del cuerpo. El impulso comunicativo es dinámico. Para volver a la esencia es necesario librarse de lo superficial, de lo estrictamente cultural; recuperar un poco de ese impulso primitivo. Ponerse a completa disposición de, a plena escucha de. Convertir el lenguaje — el que sea— en una expresión artística y dejar que nos lleve.
Guille Pavón Gray